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lunes, 19 de junio de 2017

Las barbas del profeta. Eduardo Mendoza

Las barbas del profeta

Eduardo Mendoza


Como muchos niños de la posguerra española, Eduardo Mendoza estudió una asignatura denominada Historia Sagrada, resumen e ilustración de algunos pasajes de la Biblia que hicieron nacer en él la fascinación por la palabra escrita y por los mundos de ficción, además de enseñarle a distinguir entre lo real y lo imaginario. 

“No exagero al afirmar que la Historia Sagrada que estudié en el colegio fue la primera fuente de verdadera literatura a la que me vi expuesto”. 
Basado en sus recuerdos y en la certeza de que una sociedad se explica mejor si no se desvincula de sus mitos fundacionales, Eduardo Mendoza repasa algunos pasajes, como el de la serpiente que tienta a Eva, la expulsión de Adán y Eva del paraíso, la muerte de Caín a manos de Abel o el sacrificio de Isaac y muchos más, así como algunos episodios centrales del Nuevo Testamento. Al hacerlo, y sin perder nunca el hilo de la narración, va reflexionando sobre los ángeles, sobre la creencia y la incredulidad, sobre la moral y la ética, o sobre cómo el arte ha tratado estos asuntos. 

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Posiblemente las perspectivas de uno son diferentes a las de otros. Yo también fui un niño de la postguerra. También estudié en un colegio religioso que (también) estaba en Barcelona. Aunque mi cultura ni se acerca a la excelencia de Eduardo Mendoza, todo lo que expone en este librito (unas 150 páginas de buen papel) coincide plenamente con mi experiencia personal. Y, claro, a todos nos gusta que noa ayuden a recordar los momentos de nuestra infancia que, en mi caso, fue muy feliz.

En una magnífica introducción, Mendoza escribe:
"La única excepción a esta monotonía (se refiere a las enseñanzas que se nos impartían) la constituía una materia perfectamente excéntrica, cuya legitimidad nadie podía poner en tele de juicio, pero cuyo sentido nadie había sabido explicar si lo hubieran preguntado. Era la Historia Sagrada. Habría sido impensable que una enseñanza religiosa, como la que entonces se impartía en España en un elevado porcentaje, no incluyera el estudio de las Sagradas Escrituras. Pero lo cierto es que estas Escrituras, resultaban más extrañas a quién debía enseñarlas que a quienes las recibíamos. (...) Era obvio que nada en aquel libro singular reforzaba las creencias religiosas. Más bien al contrario. Pero ésto, como casi todo, no era objeto de debate"

¿Cómo surgió toda esta cosmología?.
"Creo que los dioses son una creación humana para explicar los grandes misterios y responder a las grandes preguntas sin respuesta. Pero esta creación no fue una obra colectiva y, por así decir, consensuada, sino la obra conjunta de una élite de legisladores y poetas que imaginaron y contaron unas mitologías destinadas a conjurar miedos, revelar enigmas y crear un referente que aglutinara a la comunidad a la que iba dirigida. Es probable que la finalidad inicial de esta magna empresa fuera altruista, pero si lo fue, sus creadores se dieron cuenta de inmediato de que disponían de un instrumento de poder y sumisión de incalculable eficacia. Quizás entonces se corrompieron y sus dioses se corrompieron con ellos."

Las contradicciones de la Historia Sagrada
El autor destaca con agudeza las muchísimas contradicciones de esta Historia. Contradicciones que, por supuesto, no nos señalaron en su día. Pero ahí estaban.
Por ejemplo si algo está claro en el mandato bíblico es la prohibición expresa de "hacer ninguna imagen y semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas abajo de la tierra"

O sea todas las imágenes estaban prohibidas. 

De haberse impuesto esta prohibición, no gozaríamos de ninguna de las obras artísticas de nuestra cultura occidental.

Otro ejemplo: el tema del cielo, del infierno y el purgatorio. La doctrina mosaica no habla de ninguno de los tres. Los muertos van al Sheol, una especie de limbo a la espera de la resurrección. 

El papel de la mujer. Desde su creacion las mujeres son como un añadido, una compra de última hora y desde el principio no desempeñan un papel lúcido en la Historia Sagrada.

Y así muchas más. Buenísimo.

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