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viernes, 3 de marzo de 2017

Judas. Amos Oz

Judas

Amos Oz


En el invierno de 1959, el mundo del joven Shmuel Ash se viene abajo: su novia lo abandona, sus padres se arruinan y él se ve obligado a dejar sus estudios en la universidad. En ese momento desesperado, encuentra refugio y trabajo en una vieja casa de piedra de Jerusalén, donde deberá hacer compañía y conversar con un anciano inválido y sarcástico. 
A su llegada, una atractiva mujer llamada Atalia advertirá a Shmuel de que no se enamore de ella; ese ha sido el motivo de la expulsión de sus predecesores.
En la aparente rutina que se crea en la casa, el tímido Shmuel siente una progresiva agitación causada, en parte, por el deseo y la curiosidad que Atalia le provoca. 
También retoma su investigación sobre la imagen de Jesús para los judíos, y la misteriosa y maldita figura de Judas Iscariote, la supuesta encarnación de la traición y la mezquindad, va absorbiéndole sin remedio.

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No es necesario hacer una gran presentación de Amos Oz. Con decir que es el más conocido y apreciado autor israelí, ya basta. Pero sí es necesario subrayar que Amos Oz es un pacifista y un claro defensor de que israelíes y palestinos puedan vivir en dos Estados, Uno junto a otro y en paz.

Su postura es rechazada totalmente por los judíos ortodoxos que le consideran un traidor. Creo que ha escrito este libro, realmente sorprendente, para  hacernos reflexionar sobre figuras que históricamente se han considerados traidores: Judías Iscariote, por una parte, y Shaltiel Abravanel, por otra. Luego veremos quién fue este último.

Oz nos presenta dos escenarios diferentes y muy alejados en el tiempo y la historia: La vida y la muerte de Jesús de Nazaret y el nacimiento del Estado de Israel y el conflicto que produjo. Las desventuras y peripecias del pobre Shmel Ash es el hilo con el que cose estos dos escenarios. 

Oz se pregunta, ¿cómo hubiera sido nuestra historia en estos dos mil últimos años si los judíos hubieran aceptado a Jesús de Nazaret?. ¡Cuánta sangre cristiana, judía y mahometana ha corrido en nombre de Dios!. 

Shemel le dice a Atalia, su atractiva casera: 
"Jesús era, en términos actuales, una especie de judío reformista, un judío fundamentalista, no en el sentido fanático del término, sino en el sentido de la vuelta a las raíces más puras. Deseaba purificar la religión judía de todos los apéndices ceremoniosos y vanidosos que se le habían adherido, de todos esos forúnculos que la casta sacerdotal produjo y que los fariseos engordaron. Como es natural los sacerdotes lo consideraron un enemigo. Yo creo que Yehuda Ben Simon Ish Cariot, Judas, era uno de aquellos sacerdotes y venía de una familia rica. ¿Por qué iba a vender a Jesús por treinta monedas de plata, que era el precio de un esclavo?. ¿Por qué necesitaban que lo besara para descubir quién era cuando todos conocían a Jesús?. ¡El día anterior había armado un gran escándalo en el Templo derribando las mesas de los cambistas a los que azotó!."

A partid de ahí Shmel desarrolla su teoría de lo que en realidad era Judas y cómo se produjo su transformación y su decepción. Pero eso se lo dejo descubrir a ustedes.

El otro traidor, Shaltier Abravanel, fue expulsado de la Ejecutiva Sionista en 1947 porque consideraba que los judíos y los palestinos podían convivir sin necesidad de que hubiera un Estado de Israel por en medio. En la ficción de la novela era el padre de Atalia y el consuegro del anciano Wald.

El anciano no estaba de acuerdo con la postura de su consuegro. 
"Entre los judíos y los árabes hay un entendimiento total y absoluto: los árabes de aquí se aferran a esta tierra porque es su única tierra, no tienen ninguna otra, y nosotros nos aferramos a esta tierra exactamente por el mismo motivo. Ellos saben que nosotros nunca renunciaremos a ella y nosotros sabemos que ellos no renunciarán jamás. El entendimiento mútuo está claro."
"El poder militar puede evitar de momento que nos borren  del mapa pero no puede convertir a los enemigos en aliados."

Terrible conclusión en ambos casos.

Un libro de los que te empujan a reflexionar sobre cuestiones que dábamos por resueltas.




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